Corre el final de un nuevo verano en San Cibrao, un pequeño pueblo marinero de la costa norte gallega. Paulo, León y Rosi están pescando con un salabre cuando reciben la llamada de su prima para que regresen a la zona dónde están instalados con sus familias. Los Ramos, Oroza, Díaz y Cid llevan más de treinta años acampando en un saliente rocoso sobre las ruinas de una antigua fábrica de salazón, pero la policía ha venido a recordarles que hoy es su último día de permiso y que deberán abandonar el asentamiento cuanto antes. Mientras todos se disponen a desmantelar las tiendas, toldos y demás intendencia, Álvaro (40), el padre de León, se aleja brevemente del grupo y llega hasta la única fachada de la fábrica que todavía se mantiene en pie. Hoy deja estas ruinas a las que durante mucho tiempo pudo llamar casa. La emoción se apodera de él y, allí, desde su ventana al mundo, recuerda el paraíso de su infancia y el duelo que su familia tuvo que afrontar tras la inesperada pérdida de su madre.