Cuando comencé a cuidar de mi madre, en mi imaginario una persona con Alzheimer era alguien que olvidaba cosas y poco más. Todos tenemos en la cabeza películas como El diario de Noah, donde romantizan la enfermedad. Pero el Alzheimer es una bajada a los infiernos para el enfermo y para el cuidador. Nadie está preparado para ser padre de sus padres.

Nunca pensé que acabaría convirtiendo esta experiencia vital en un proyecto de película de ficción, aunque de ficción tiene bien poco. En este caso se cumple aquello de que la realidad supera a la ficción. Pero la ficción tiene una lógica que la vida real no, y en un intento de sanar y buscar una lógica a estos años, he querido contar nuestra historia en primera persona.

Contarla desde el lado del cuidador, del que se queda, del que ve cómo la persona a la que quiere se va marchado poco a poco en vida, perdiendo su dignidad y dejando un cuerpo vacío, sin consciencia.

También exponer lo caótico y precario de un sistema social que deja desamparados a muchos mayores sin recursos, perdidos en largas listas de espera y sepultados en un laberinto burocrático.

Reivindicar las familias escogidas, que para muchos han sido nuestra tabla de salvación.

Y hablar de forma natural del proceso de transición, mostrar realidades como la mía o la de muchas compañeras y compañeros. Retratando a un hombre trans ya que a día de hoy no existimos en la ficción Española.

Como decía Oscar Wilde: “No quiero estar a merced de mis emociones. Quiero usarlas, disfrutarlas y dominarlas.”