La imagen del personaje Siamés en el que se centra la película se me dibujó en la cabeza hace unos años y me agarró fuerte. Ese contraste entre dos realidades físicas tan distintas creando un único personaje me fascinaba a nivel visual por su contraste, su comedia y su potencial plástico; pero pensar en la relaciones posibles en este universo ficticio se me reveló como el instrumento perfecto para dar salida a muchas de mis preguntas y obsesiones sobre el mundo contemporáneo.

Me interesan e inquietan mucho las relaciones de dependencia que generamos continuamente los humanos. Nos juntamos porque nos queremos, por amistad o por trabajo y con el tiempo nos acostumbramos, nos necesitamos o construimos la idea de que nos necesitamos. Una “necesidad” cimentada en la costumbre y el miedo donde confluyen el cariño, el amor, el hartazgo, la rutina… Creando una amalgama emocional que nos impide separarnos.

Y es que la mayor parte de los humanos vivimos con un miedo absoluto a la soledad. La relación de Agatha y Romi me recuerda mucho a la relación que tuvo mi tía abuela Eulalia en sus últimos años de vida con su cuidador Ramiro, que vivía en su casa empleado 24 horas.

Una necesitaba cuidados y el otro ingresos. Pero entre medio de todo eso, había una relación muy íntima entre dos seres humanos. Él nos contaba que a veces se disfrazaban, ponían música y hacían comidas ricas para los dos. Todo esto me hizo pensar en una intimidad que traspasa los cuidados y crea una ficción familiar o de amistad, una dependencia mutua más allá del contrato laboral y esto me interesa explorarlo en la película. Por supuesto también me perturbaba la idea de que él sacrificará su juventud para cuidar a una persona que sí había tenido la oportunidad de vivirla. Era una relación que acumulaba muchas preguntas en mi cabeza y me perturbaba por su complejidad: desigualdad-privilegios-dinero-necesidad-roce-intimidad-cariño-costumbre-dependencia…

Siameses se presenta como una comedia distópica y alocada pero en el fondo se parece demasiado a la realidad en la que vivimos. Agatha confía su movilidad física y cuidados a Romi y él le cede el timón de sus movimientos hasta el punto en el que ella no es capaz de moverse por si sola y él ya no puede entender el mundo sin ella, teniendo que volver a su simbiosis para sentirse seguro.