Abrí ‘La Celestina’ por primera vez para un trabajo de clase. Comencé de manera muy aplicada a leer el prólogo y enseguida supe que no seguiría mucho más. En cada línea había que buscar palabras de 500 años atrás. Tenía 13 años.

Tan ricamente copié a mano las sinopsis que vienen al comienzo de cada acto y las entregué en un par de folios. Y de esa manera tan pasmosamente fácil, aprobé la actividad.

En la actualidad, compruebo que ‘La Celestina’ es lectura obligatoria o recomendada en toda Iberoamérica; y así mismo, que para la mayoría de adolescentes hispanohablantes abordar la obra sigue siendo una tarea igual de pesada.

Y es una pena, porque en los foros estudiantiles se ofrecen sinopsis argumentales que no captan la sutileza, ni el mensaje, ni la riqueza psicológica que desvela este texto universal. Los adolescentes actuales se sirven de la misma estratagema que utilicé yo.

Razones más que suficientes para hacer algo.

Me inquieta el abandono gradual de nuestras raíces culturales por los más jóvenes. Bajo la amplia oferta de contenidos de plataformas digitales y YouTube, se esconde inadvertidamente un velo que difumina a nuestros clásicos y aleja a su audiencia de increíbles relatos de nuestra propia literatura.

Celestina (título provisional) es la adaptación, en un largometraje de ficción, de la obra publicada en 1502, siendo todos sus personajes adolescentes en un instituto de secundaria, manteniendo intacta la trama, y traduciendo al presente diálogos, oficios, y escenarios.

‘La Celestina’ nos habla de supervivencia y de la espiral que genera la codicia, pero también de la sobreprotección a los hijos, de la experiencia del sexo, y sobretodo, del consentimiento; y es preocupante la escalofriante actualidad de un texto escrito hace 500 años.