Las porteadoras
Macu Machín
Sinopsis
En las montañas escarpadas de una aldea de La Palma, Nieves y su hija Modesta, embarazada y viuda, suben y bajan cada día los desfiladeros en busca de agua, leña y cualquier fruta seca que llevar a la boca. El aislamiento, la sequía eterna y la creciente represión política tras el alzamiento militar en la tercera década del siglo XX han convertido a estas mujeres en desconfiados animales de carga que apenas recuerdan ya cualquier atisbo de humanidad.
Mientras Modesta se hace cargo de la casa y de los animales, Nieves acepta el encargo de guiar a dos camarógrafos alemanes desde la cordillera hasta el mar donde partirán hacia el continente con las películas filmadas en este exótico archipiélago plagado de bestias de carga como ella misma. Una noche, Nieves descubre una figura, quizás humana, que se esconde herida entre las rocas del monte, pero no se acerca por miedo a ser descubierta por los hombres que andan dando caza a quién sabe qué en estos parajes. Por su parte, Modesta descubre el rumor que corre por el pueblo: su marido fue enterrado vivo y desde entonces una débil luz vaga sin rumbo cuando oscurece.
En su descenso hacia la costa Nieves decide repostar en su propia casa. Modesta es incapaz de expresar a su madre lo que se murmura por cada barranco, por cada vereda, y carga en secreto la soledad terrible de ese hombre que apenas tuvo tiempo de conocer, del dolor reprimido que ha contagiado al pueblo, pero que quizás existió siempre. Su madre también oculta su secreto a Modesta. En medio del dolor y la tensión creciente en el pueblo, madre e hija comienzan a subir al monte atados de comida que dejan a escondidas donde Nieves creyó ver la figura tal vez humana. Esta aventura arriesgada es una oportunidad de acercamiento entre ellas. El nacimiento de esta solidaridad clandestina en las montañas puede destruir o salvar su frágil mundo.
Proyecto
Las montañas que rodean la casa de mi familia han sido testigo de persecuciones durante la guerra civil, de hambrunas y de emigraciones masivas hasta el punto de quedar casi desiertas y en manos de las mujeres. Es el caso de mi bisabuela Nieves y de su hija Modesta, que juntas criaron a los hijos de esta. La única compañía que ellas tuvieron fue la de las bestias, algún viajero y las ánimas.
Las pequeñas huertas de mi familia están en Puntagorda, un pueblo al noroeste de la isla de La Palma, y es alrededor de ellas donde filmé La Hojarasca y aún siguen resonando ideas para nuevos proyectos. Quiero continuar explorando las memorias del paisaje familiar, indagar en las tensiones latentes de un territorio y sus habitantes. Siento la necesidad de seguir fabulando con este universo que aún no conozco del todo, de dibujar este espacio mitológico que me ha acompañado siempre.
Durante siglos, esas mismas tierras ásperas fueron visitadas por muchos europeos en busca de riquezas que explotar. Durante las primeras décadas del siglo XX, se unieron camarógrafos alemanes y norteamericanos a estos viajes en busca de rincones exóticos. El propio origen del cine está íntimamente ligado al desarrollo de la antropología y del imperialismo colonial, y Canarias forma parte de ese relato. La representación que de los isleños se ha hecho desde la colonización quedó asumida como autorrepresentación, borrando así todo origen, como si ese origen fuera un error. Ese deseo primario, de satisfacer al extraño, al que ostenta el poder, quizás permitió al isleño conservar la libertad o la vida.
En la historia de mi propia familia también percibo sometimiento. Todavía recuerdo de manera muy física el miedo a las habladurías del pueblo, la desconfianza, el expresarse muy bajito, la sensación de cargar una culpa desconocida y ancestral. Pero también recuerdo la solidaridad, los nombres de cada pino, de cada variedad de almendra, de que cuando llueve muy finito es que “están pariendo las brujas”. En un mundo hostil y represivo, las modestas porteadoras que protagonizan este proyecto, que van y vienen por los montes en busca de sustento, se erigen como únicas portadoras de vida y de esperanza.
Sobre el Residente Macu Machín
Macu Machín (Las Palmas de Gran Canaria) es directora, coproductora y guionista de La Hojarasca, estrenada en la sección Forum de la Berlinale en 2024.
En su recorrido por festivales internacionales recibe las Biznagas de Plata a Mejor película española y a Mejor dirección en el Festival de Málaga, el Premio del Jurado a Mejor Película Nacional de DocumentaMadrid y el Premio de Mejor Dirección de Largometraje Iberoamericano Documental en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, entre otras distinciones. La Hojarasca, además, ha sido seleccionada en festivales de reconocido prestigio como el D’A de Barcelona, el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias o el Festival Internacional de Cine de Estambul.
Licenciada en Comunicación Audiovisual, estudió guion en la EICTV de Cuba y realizó el máster de cine documental de la Universidad del Cine en Buenos Aires. Actualmente compagina la docencia con el trabajo como montadora y la mentoría de proyectos en distintos labs, como el de FICCI (Colombia).
Macu Machín tiene una dilatada trayectoria como cortometrajista. En su evolución como cineasta ha pasado del cine de observación (Geometría de invierno, 2006) al metraje encontrado (Quemar las naves, 2018), con una constante voluntad de capturar, simultáneamente, lo real y lo trascendente (El mar inmóvil, 2017). La Hojarasca es su primer largometraje, centrado en el universo único de su propia familia y las tierras que habitan.