Pienso por primera vez en Cuidadoras en junio de 2020, mirando al mar. Miro al mar y pienso en la suerte que tengo. Me he quedado sin trabajo, sin pareja y sin casa. Pero los míos están sanos y aquí estoy, en una playa desierta del Cabo de Gata, con todo el verano por delante para reubicarme en el mundo. La gran mayoría no puede permitirse parar, me digo, y surge entonces la primera pregunta: ¿Y si yo no fuera yo? ¿Y si yo fuera otra? Por ejemplo, Carmen, mi vecina, que trabaja desde hace años en una residencia de ancianos. Me tumbo en la toalla, llamo a Sara Cano, mi coguionista, y empezamos a imaginar.

Cuidadoras nace así, en un momento de introspección compartido que trasladamos  a nuestras protagonistas, tres cuidadoras como Carmen que se permitirán parar y mirar hacia adentro. Queremos regalarles ese viaje interior que nosotras realizamos obligadas y encerradas en nuestras casas, un paréntesis horrible que, sin embargo, nos sirvió para tomar decisiones que al menos hoy nos parecen acertadas.

En el caso de nuestras cuidadoras, el viaje será también físico, porque ya en el primer episodio nos las llevamos al parque natural de Cabo de Gata. Un desierto en plena noche, una cueva llena de fango o una fiesta con música tecno en un catamarán son algunos de los escenarios en los que Anna, Bárbara y Maribel se enfrentarán a la imagen que tienen de sí mismas. Para comprender lo que ha pasado y reconstruirse. Para entenderse y aceptarse.

Cuidadoras fue uno de los seis proyectos que conformaron el VIII Laboratorio de creación de series de la SGAE. Por ahora, contamos con una primera versión del capítulo piloto y tenemos una idea general de los lugares por los que transitaría la temporada.